Las consecuencias económicas del Sr. Rajoy
JORDI PANIAGUA. 24/09/2012
VALENCIA. Con tantas opiniones es muy probable que alguien acierte en
su diagnóstico y se merezca el futuro reconocimiento que acompaña a la
frase "si ya lo decía yo... Curiosamente, de entre tantos libros sobre
la crisis, el que mejores explicaciones y soluciones aporta al caso
español es un escueto ensayo que Keynes escribió en 1925 titulado "Las consecuencias económicas del Sr. Churchill".
El autor británico pone de manifiesto su frustración por no poder
convencer a Churchill, que antes de primer ministro fue ministro de
Hacienda. En 1931 Keynes dudaba entre "profecías" o "persuasión"
al titular su recopilación de ensayos. Finalmente se decantó por la
persuasión, reconociendo implícitamente su fracaso. Con cierto dolor, el
economista de Cambridge reconocía que aun acertando en el análisis,
había fracasado en su intento de persuadir a la clase política de cómo
evitar gran parte de un sufrimiento gratuito a buena parte de la
población.
Keynes, en un intento ingenuo por ofrecer soluciones dentro del patrón oro conminaba a Churchill a explicar claramente el problema a los sindicatos y oposición:
"Esto no es un ataque a los salarios reales. Hemos elevado el valor de nuestra moneda un 10 por ciento. Esto significa que los salarios monetarios deben caer un 10 por ciento. Pero también significa que, cuando haya finalizado el ajuste, el coste de vida caerá alrededor del 10 por ciento. En este caso no habrá habido una grave caída en los salarios reales. Ahora, hay dos formas alternativas de lograr la reducción de los salarios nominales. Una forma es aplicar una presión económica e intensificar el desempleo mediante una restricción de crédito hasta que los salarios se vean forzados hacia abajo. Esta es una forma desastrosa, debido a sus efectos desiguales en los grupos más débiles, y debido a los residuos económicos y sociales que dejará el proceso. La otra forma es efectuar una reducción uniforme de salarios por convenio.
(...) La dificultad práctica es que los salarios monetarios y el coste de la vida están entrelazados. El coste de la vida no puede caer hasta después de que los salarios nominales hayan caído. Los salarios nominales deben caer primero para permitir que el coste de la vida caiga. ¿No podemos estar de acuerdo, por lo tanto, en una reducción inicial uniforme de los salarios nominales a lo largo de toda la gama de empleo, incluyendo el gobierno y el empleo municipal, de -digamos- un 5 por ciento? (...) " (Keynes en "Las consecuencias económicas del Sr. Churchill", 1925.)
Las consecuencias económicas de la política de Mr. Churchill, son de todos conocidas, tanto entonces como ahora: una pérdida como sociedad en el camino y un aumento de la desigualdad al término del proceso. Tras seis años convulsos, en los que Churchill ni se explicó ni llegó a un acuerdo generalizado para reducir los salarios, Inglaterra decidió abandonar el patrón oro y devaluar la libra para ganar competitividad.
El Sr. Rajoy del 2012 se encuentra en la misma encrucijada que el Sr. Churchill en 1925. Nos encontramos atados al patrón del euro, junto con una restricción alarmante del crédito y un desempleo incesante. Las "reformas estructurales" se traducen en esperar sentados hasta que la amenaza del desempleo fuerce una rebaja tanto de los salarios como de los precios internos para aumentar la competitividad manteniendo nuestro nivel de vida. Sobre el papel, la equivalente rebaja en el precio interno junto con salarios más bajos no sólo nos haría más competitivos sino que propiciaría un aumento de la demanda interna de servicios y productos locales.
Como los países no son de papel, corremos el riesgo que una reducción asimétrica del salario y de la calidad de vida se traduzca en una fractura económica, social y política irreparable. Para evitar estas consecuencias, el Sr. Rajoy podría dejarse persuadir, explicar claramente las opciones que tenemos. El precio del euro impone recuperar el espíritu de Lope de Vega frente al de Friedman y despertarnos todos una hora antes en invierno sin cambiar la hora.
Saldremos vivos de la devaluación interna si se programa una rebaja paulatina de todos los salarios y pensiones, tanto públicos como privados junto con una equivalente rebaja de impuestos. La alternativa es fumarse un puro con Churchill esperando rescates o quimeras hasta que lo que quede de España se devalúe en la peseta.
Entendía Keynes que "la economía, aunque la gente no lo crea, es una disciplina profundamente compleja", pero con problemas fundamentalmente técnicos y abordables con soluciones prácticas. También pensaba que cuanto antes se resolvieran las cuestiones económicas, antes podríamos ocupar nuestro tiempo en reflexionar (y en escribir) sobre lo que él consideraba verdaderamente importante: la religión, las personas y la vida.
Keynes, en un intento ingenuo por ofrecer soluciones dentro del patrón oro conminaba a Churchill a explicar claramente el problema a los sindicatos y oposición:
"Esto no es un ataque a los salarios reales. Hemos elevado el valor de nuestra moneda un 10 por ciento. Esto significa que los salarios monetarios deben caer un 10 por ciento. Pero también significa que, cuando haya finalizado el ajuste, el coste de vida caerá alrededor del 10 por ciento. En este caso no habrá habido una grave caída en los salarios reales. Ahora, hay dos formas alternativas de lograr la reducción de los salarios nominales. Una forma es aplicar una presión económica e intensificar el desempleo mediante una restricción de crédito hasta que los salarios se vean forzados hacia abajo. Esta es una forma desastrosa, debido a sus efectos desiguales en los grupos más débiles, y debido a los residuos económicos y sociales que dejará el proceso. La otra forma es efectuar una reducción uniforme de salarios por convenio.
(...) La dificultad práctica es que los salarios monetarios y el coste de la vida están entrelazados. El coste de la vida no puede caer hasta después de que los salarios nominales hayan caído. Los salarios nominales deben caer primero para permitir que el coste de la vida caiga. ¿No podemos estar de acuerdo, por lo tanto, en una reducción inicial uniforme de los salarios nominales a lo largo de toda la gama de empleo, incluyendo el gobierno y el empleo municipal, de -digamos- un 5 por ciento? (...) " (Keynes en "Las consecuencias económicas del Sr. Churchill", 1925.)
Las consecuencias económicas de la política de Mr. Churchill, son de todos conocidas, tanto entonces como ahora: una pérdida como sociedad en el camino y un aumento de la desigualdad al término del proceso. Tras seis años convulsos, en los que Churchill ni se explicó ni llegó a un acuerdo generalizado para reducir los salarios, Inglaterra decidió abandonar el patrón oro y devaluar la libra para ganar competitividad.
El Sr. Rajoy del 2012 se encuentra en la misma encrucijada que el Sr. Churchill en 1925. Nos encontramos atados al patrón del euro, junto con una restricción alarmante del crédito y un desempleo incesante. Las "reformas estructurales" se traducen en esperar sentados hasta que la amenaza del desempleo fuerce una rebaja tanto de los salarios como de los precios internos para aumentar la competitividad manteniendo nuestro nivel de vida. Sobre el papel, la equivalente rebaja en el precio interno junto con salarios más bajos no sólo nos haría más competitivos sino que propiciaría un aumento de la demanda interna de servicios y productos locales.
Como los países no son de papel, corremos el riesgo que una reducción asimétrica del salario y de la calidad de vida se traduzca en una fractura económica, social y política irreparable. Para evitar estas consecuencias, el Sr. Rajoy podría dejarse persuadir, explicar claramente las opciones que tenemos. El precio del euro impone recuperar el espíritu de Lope de Vega frente al de Friedman y despertarnos todos una hora antes en invierno sin cambiar la hora.
Saldremos vivos de la devaluación interna si se programa una rebaja paulatina de todos los salarios y pensiones, tanto públicos como privados junto con una equivalente rebaja de impuestos. La alternativa es fumarse un puro con Churchill esperando rescates o quimeras hasta que lo que quede de España se devalúe en la peseta.
Entendía Keynes que "la economía, aunque la gente no lo crea, es una disciplina profundamente compleja", pero con problemas fundamentalmente técnicos y abordables con soluciones prácticas. También pensaba que cuanto antes se resolvieran las cuestiones económicas, antes podríamos ocupar nuestro tiempo en reflexionar (y en escribir) sobre lo que él consideraba verdaderamente importante: la religión, las personas y la vida.
2 comentarios
¡Es la redistribución, ......! escribió
24/09/2012 20:18 Empezando
por la rebaja nominal de salarios tendremos lo que ya estamos teniendo:
los españoles no salen de vacaciones, los españoles no compran coches,
los españoles no cambian muebles, los españoles no compran viviendas....
y los propietarios de hoteles, fábricas de coches y fabricantes de
muebles no es que bajen los precios para mantener el poder adquisitivo
sino que despiden a más obreros que no necesitan para producir menos sin
perder beneficios, venden todavía menos y acaban por cerrar. Los
vendedores de viviendas sí bajan precios (porque mantener las viviendas
vacías les cuesta dinero) pero la caída de precios no tiene fondo. ¡Ah,
sí, se me olvidaba: la competitividad exterior! Pues resulta que con
capital y tecnología móviles el factor de competitividad vuelve a ser el
precio del trabajo (cualificado o no) y ahí hay más de 3/4 partes de la
humanidad cobrando todavía menos que aquí. ¡Y con la tecnología moderna
se necesita tan poquito trabajo para producir todo lo necesario para
vivir en la austeridad que producen las bajadas nominales de salarios
que resultan que sobran empleos "superfluos" por todas partes!
fulanito escribió
24/09/2012 11:40 original!
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