Economía invertida: Inversor de capital riesgo de última instancia
Una de las pocas cosas positivas de la reclusión global es poder acceder a seminarios y conferencias de una forma mucho más cómoda y flexible. Durante esta cuarentena he atendido más seminarios y conferencias que durante todo el semestre pasado. He tenido la oportunidad de ver en directo a economistas de primer nivel que antes eran inaccesibles desde la periferia de la periferia donde habitualmente me desenvuelvo. La página web virtual economics tiene un repositorio diario de seminarios y conferencias. En el campo de la economía internacional, el foro FREIT , ha abierto las puertas de sus anteriormente exclusivas conferencias. Universidades de primer nivel como Princeton albergan webinars sobre la economía de la COVID. También me ha dado la oportunidad de impartir seminarios en lugares hasta ahora bastante inaccesibles (por la financiación y tiempo) como Ecuador (link).
Cuando acabe la pandemia, los seminarios y conferencias virtuales serán más habituales que antes. Primero porque nos hemos dado cuenta que es posible mantearlos sin demasiadas dificultades y segundo porque suponen una mejora en la difusión y avance de la ciencia. Sentado tranquilamente en su sofá habrá algún investigador tendrá una idea nueva, que no habría tenido de haber estado expuesto a los mejores académicos de su campo.
En una de estos seminarios online, he descubierto la idea de economía invertida de los economistas Markus Brunnermeier y Arvind Krishnamurthy. Argumentan los profesores de Princeton y Princeton Standford que la política económica durante la pandemia está invertida ya que se han de implementar políticas que antes hubiéramos recomendado evitar. La argumentación es basa en que la política económica en recesiones pasadas buscaba estimular la economía, pero ahora el foco está en la supervivencia empresarial y no el estímulo.
Durante la gran recesión del 2007 los bancos centrales bajaron los tipos de interés para estimular el consumo y la inversión. A la vez, se fomentaba la creación de nuevas empresas, imponiendo restricciones para evitar que las empresas establecidas acaparen todo el crédito (evergreening). Sin embargo, la prioridad durante la gran reclusión es la supervivencia de las empresas existentes y no la creación de nuevas empresas. Por tanto, aquello necesitamos implementar en el presente es precisamente el reverso de las políticas del pasado.
En EEUU ya están evaluando los instrumentos de la Fed y Tesoro para instrumentar políticas que incidan en la supervivencia de las empresas. La propuesta del economista de Harvard y antiguo consejero de la Fed Jeremy Stein es convertir al banco central en un inversor de capital riesgo de última instancia o un venture capitalist of last resort. En entornos de alta incertidumbre, su propuesta (aquí) es que banco central actúe como un “business angel” e invierta en las empresas con los parámetros técnicos de este tipo de inversores.
El capital riesgo evalúa empresas en las que invertir con ciertos parámetros de riesgo. Invierten en empresas prometedoras pero que por diversos motivos no encuentran liquidez o acceso a crédito en los cauces tradicionales. También suelen colaborar en la gestión y ofrecen asesoramiento técnico.
Un plan de supervivencia empresarial debería incluir cinco características fundamentales: Primero, de amplio espectro, es decir no imponer controles demasiado estrictos ex-ante. Segundo, una financiación escalonada que se centre en los costes fijos condicionada a la evolución de la empresa. Tercero, ayudas a las PYMES y permitir retrasar el pago de intereses. Cuarto, mecanismos de control y selección que eviten problemas de agencia. Por último, como cualquier inversor de capital riesgo, el banco central tiene que estar preparado a asumir grandes pérdidas puntuales.
En concreto, la medida propuesta busca financiar los costes fijos recurrentes (alquiler, intereses, leasing) mediante una estimación de las obligaciones calculada coma la diferencia entre ingresos y costes variables como inputs, coste laboral, o depreciación. Cada empresa podría financiar un cuarto de estas obligaciones cada trimestre. Como no todas las obligaciones fijas son irrecuperables, se busca justamente que no se destinenen a su segundo mejor uso (p.e. chatarra).
Mientras tanto, en Europa estamos desempolvando los viejos
instrumentos del MEDE, el constitucional alemán discerniendo si la
política monetaria es niño o niña, preocupados por la mutualización la
deuda, la inflación, el déficit fiscal o el impuesto de patrimonio. Como
decía el economista Sala i Martin en una entrevista reciente (aquí), preocuparse por la inflación en estos momentos es como preocuparse por el mobiliario del Titanic. Si no somos capaces de articular mecanismos para asegurar la supervivencia de las empresas, la orquesta seguirá tocando hasta que se hunda el barco. El ministro de educación tiene razónal decir que copiar lo bueno denota inteligencia. Es el momento de copiar el whatever it takes de Draghi, pero esta vez a la inversa: un rescate para que sobrevivan las empresas.
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