Durante los próximos años, utilizaremos las decisiones
del gobierno durante el estado de alarma como ejemplos para entender las
consecuencias económicas de la intervención en el mercado. Hasta ahora
la intervención de precios o la imposición de cuotas eran conceptos
abstractos y costaba encontrar ejemplos de la vida diaria para acercar
estos conceptos a los alumnos.
Ahora será mucho más fácil explicar los mecanismos que inducen al desabastecimiento a causa de la demanda insatisfecha por la fijación de un precio máximo
por debajo del precio de equilibrio en un mercado competitivo, donde el
precio coincide con el coste de producción. Hay más consumidores
dispuestos a comprar mascarillas a 0.96€ que farmacias dispuestas a
venderlas. La situación es fácil de entender si suponemos que la mayoría
de mascarillas se importan (según este
artículo importamos el 80% de los productos sanitarios esenciales). Si
las farmacias importan las mascarillas a un precio superior al máximo
fijado, pocas querrán vender a pérdidas. Por tanto, habrá más gente
buscando mascarillas que mascarillas disponibles en las estanterías.
(Ver más sobre este tema aquí y aquí)
La cuota y la regla de cierre también se entenderán mejor.
Según el anexo difundido por el ministerio de sanidad para el
levantamiento de las limitaciones de las restricciones del estado de
alarma, en la fase 1 (que es la segunda fase), los bares y restaurantes
podrán abrir sus terrazas al 30% de su capacidad.
Es decir, se impone una cuota que reduce la cantidad de servicios o
menús que en condiciones normales (llamémosle de equilibrio) se
servirían. La situación es parecida a la anterior: habrá gente buscando
mesa y pocos cubiertos disponibles. Pero que los bares puedan abrir, no
significa que decidan abrir.
Errores comunes en el análisis de decidir si una empresa abre o
cierra (en el corto plazo) son pensar que cerrará si obtiene pérdidas e
incluir los costes fijos irrecuperables (alquiler, licencias) en el
análisis. El tercer error menos común, pero relevante hoy, es pensar que
la cuota (un tercio de la terraza) afecta a la regla de cierre. La cuestión de abrir o no abrir (should I stay o should I go
en versión cuarentena) dependerá exclusivamente del comportamiento de
los consumidores (demanda) y de los costes laborales (costes variables) y
no de la cuota o de los costes fijos. La única excepción será si la cuota de producción viene acompañada por una cuota laboral.
Estamos ante el clásico problema de correlación vs. causilidad: Observamos que la cuota, el decenso en la demanda y el cierre de bares ocurren simultáneamente y culpamos quién no debemos por el cierre (la cuota en vez de la demanda). Veamos los mecanismo con un sencillo ejemplo de un bar de cervezas.
FASE -1: Situación incial antes de la cuarentena
Imaginemos
que nuestro bar sólo tiene terraza y sirve exclusivamente tercios
(medianas) de cerveza a un euro. El bar tiene unos costes fijos de 60€ y
unos costes variables de 0.5€ por cada cerveza servida. Los costes
fijos (licencia de la terraza, alquiler) son irrecuperables y se tienen
que afrontar independientemente de si abre o no y la única manera de
evitarlos es cerrando definitivamente el negocio. Los costes variables
son laborales; cada trabajador puede servir 40 cervezas y cobra 20€ (por
convenio o salario mínimo).
El bar en su capacidad máxima servía 120 cervezas y por tanto
contrata a tres cameros. Obtiene unos ingresos de 120€ que le permiten
cubrir sus costes laborales y fijos. El bar está en equilibrio: no
obtiene ni pérdidas ni ganancias, ya que tras pagar a sus empleados
tiene lo suficiente para cubrir sus costes fijos. Supongamos que en
nuestra ciudad todos los bares son parecidos a este y ninguno puede
fijar el precio por encima o por debajo.
FASE 0
En la fase 0, el bar permanece cerrado por el estado de alarma. El
propietario paga los 60€ de costes fijos y los empleados están en un
ERTE.
FASE 1
En la fase 1, nuestro bar puede reabrir, pero a un tercio de
capacidad. Vamos a partir de la premisa que el propietario intenta
minimizar sus pérdidas. Es decir, decidirá abrir no para maximizar sus
beneficios, sino para minimizar las pérdidas durante la fase 0. Si en la
fase tiene que pagar unos costes fijos de 59€ en vez de 60€, el bar
abrirá sus puertas. Siguiendo esta regla, la magnitud de los costes
fijos es irrelevante en su decisión de abrir a corto plazo durante esta
fase.
La decisión de abrir o permanecer cerrado dependerá de cuántas
cervezas pueda vender a un precio determinado y sus costes variables.
Por simplicidad, vamos a suponer que vende las 40 cervezas bajo
distintos escenarios de demanda ya que no sería descabellado pensar que
las preferencias de los consumidores hayan cambiado. Es decir que
nuestra sed de cerveza (o al menos la sed de cerveza en los bares) haya
variado. Esto se traduciría en que los bares no observan colas en sus
puertas ni reservas como cuentan aquí y aquí que ha sucedido en Wuhan.
Los restaurantes pueden abrir, pero los consumidores prefieren no
consumir como nos indica aquí y aquí. Según una encuesta de la CBS, solo un tercio de los consumidores estarían dispuestos a ir a un bar.
También hemos de tener en cuenta el efecto confinamiento para antipar
el comportamiento de la demanda. Algunas teorías psicológicas aseguran
que el consumo de alcohol crece durante las recesiones como respuesta al
estrés (ver link).
En cambio la mayoría de economistas que estudian la cerveza aseguran
(probablemente después de haberla probado) que la cerveza es un bien normal (tan solo es extraordinaria fría y días de calor). Además de normal es un bien relativamente inelástico. Este meta-análisis
estima la elasticidad de la demanda de la cerveza en -0.2, la mitad de
las de las otras bebidas espirituosas. Es decir, que el precio de la
cerveza influye poco en la cantidad de cervezas que bebemos. Además, este
estudio empírico concluye que su consumo es cíclico: se consume menos
durate las crisis y más durante los periodos de expansión.
Escenario 1: Fase 1 con emanda constante con en la Fase -1.
En este escenario el efecto dominante será el de la imposición de una cuota.
Vamos a suponer que la demanda es la misma que en la fase -1 antes del
confinamiento. Esto significa que el bar tiene una demanda de 120
cervezas, pero solo puede atender 40. Evidentemente, el bar necesitará
solo a un tercio de los camareros y vamos a suponer de momento que puede
rescatar del ERTE solo a uno de ellos.
Cuando se observan colas delante de su local y el propietario decide
discriminar quién entra y quién no. Como el gobierno no ha impuesto (de
momento) un precio máximo a los bares, éstos tienen dos opciones:
mantener los precios y que los clientes hagan cola o ajustarlos hasta el
punto que se llenen el tercio de las mesas sin colas. Como hemos
supuesto que el bar busca minimizar sus pérdidas, el
nuevo equilibrio (la nueva normalidad en léxico COVID) tendrá un tercio
de mesas ocupadas a un precio más alto (tan alto como para que no se
organicen colas excesivas). De esta manera entran en la terraza aquellos
consumidores más sedientos con una disposición a pagar mayor.
Supongamos que el bar puede subir el precio a 3€. La magnitud de la
subida dependerá de la elasticidad-precio de la demanda. Como hemos
supuesto que la demanda es relativamente inelástica (la cantidad de
cerveza bebida varía menos que la variación del precio en términos
porcentuales), el precio podría ser incluso mayor.
En este caso el bar decide abrir ya que obtiene unos beneficios de
40€, que son el excedente de los ingresos (120€), tras pagar la nómina
(20€) y el alquiler (60€). Estos 40€ es lo que se conoce técnicamente
como una renta de escasez o unos beneficios extraordinarios del
productor fruto de la imposición de una cuota. Por tanto, la imposición de una cuota no afecta de por sí la decisión de abrir no abrir, que dependerá más bien de la demanda. La
cuantía de la renta dependerá de la elasticidad de la demanda, las
rentas serán mayores en los bienes relativamente más inelásticos.
Este sería el caso más favorable, ya que el propietario puede
utilizar esta renta para reducir las pérdidas de la cuarentena de la
fase 0. Si la situación persiste en el tiempo, podría aprovechar las
rentas para ajustar sus costes fijos (reducir el tamaño del local,
renegociar el alquiler etc.) a una nueva realidad. Por tanto, en esta
situación excepcional una cuota a la producción no es tan mala idea si
se acompaña de medidas adicionales como la prolongación de los ERTES.
En el caso en el que el propietario tuviera que readmitir a los tres
trabajadores, dos de ellos permanecerían con los brazos cruzados y
representarían un coste fijo (en este caso recuperable ya que tiene un
uso alternativo). Aquí el bar obtendría unos beneficios nulos, pero
según la regla de cierre, preferiría abrir, ya que de no hacerlo sus
pérdidas serían de 60€.
Escenario 2: Fase 1 con caída en la demanda durante fase 0.
En el caso probable que disminuya la demanda es cuando será relevante analizar la regla de cierre.
En el proceso de análisis de minimización de pérdidas, la empresa acaba
comparando las péridas de abrir frente a las de permanecer cerrados.
Vamos a suponer ahora que los consumidores anticipan las colas o han
disminuido su sed durante la cuarentena o han cambiado sus hábitos. En
concreto, supongamos que sólo acuden al bar un tercio de los
consumidores, por lo que el propietario no puede subir el precio para
discriminar quién entra y quién no. En este caso, el precio del tercio
se mantiene en un euro y vende los 40 tercios.
Los beneficios en este caso son de -40€ (B=40*1€-0.5€x40-60€=-40€).
Pero en este caso decide abrir también porque prefiere obtener unas
pérdidas de 40€ a unas de 60€ si permanece cerrado.
En cambio, si tiene que contratar a todo el personal tendrá unos
costes adicionales de 40€. En este caso, nuestro bar no abrirá las
puertas ya que preferirá permanecer cerrado y pagar 60€ a abrir y pagar
80€. Por tanto, cuando a la cuota de producción se le imponga
también una cuota laboral (como no poder despedir o prolongar los
ERTES), esta sí que tendrá un efecto sobre la regla de cierre.
Escenario 3: Fase 1 con demanda umbral.
¿Dónde está límite, cuánto tiene que bajar la demanda para que bar decida cerrar?
Podemos observar que el límite lo fija su coste variable medio: los
0.5€ que hemos supuesto al principio. Si tiene que bajar por debajo de
0.5€, el propietario decidirá no abrir (en el caso que contrate a un
tercio de los trabajadores de la fase -1). En este caso, con los
ingresos podrá solo pagar la nómina del camarero y sus pérdidas serán
las mismas que si permanece cerrado. En el caso que tenga que contratar a
los tres trabajadores el precio umbral será de 1.5€.
Los resultados son cuantitativamente similares si en vez de variar el
precio lo mantenemos fijo a 3€ y observamos el volumen de demanda. En
el escenario 1 la demanda es la misma. En el escenario dos, la demanda
ha descendido a un tercio (tan solo se vendería 13.3 tercios a 3€) y en
la demanda umbral sería de un 17% (casi 7 tercios).
Llegados a este punto, conviene resaltar que el análisis está sujeto a
que la empresa no puede variar sus costes variables a corto plazo. Si
pudiera pagar menos de los 0.5€ por cerveza (reduciendo el salario), los
umbrales cambiarían así como la decisión de abrir o no abrir.
De este ejercicio no podemos inferir cuál será la magnitud de la
caída de la demanda que haga que los locales comerciales abran o no en
realidad. Pero sí que sirve para comprender comparativamente algunos
efectos:
- La decisión de apertura o cierre depende por una parte de la demanda y por otra de los costes variables (normalmente laborales).
- La imposición de una cuota en la producción no afecta de por sí no a
la decisión de abrir no cerrar. En determinadas circustancias puede
incluso ser beneficiosa al generar una renta a favor del productor.
- Las decisiones en materia laboral (prolongar ERTEs) afectarán a los
costes variables y por tanto a la decisión de apertura o cierre
- El nivel de ocupación se reducirá en cualquier caso, bien por la cuota o por la reducción en la demanda.
Por tanto, si observamos que la
mayoría de los bares permanecen cerrados a partir de la fase 1 no
culpemos a la cuota: miremos a al demanda o las normas laborales de los
ERTEs. Ampliar la cuota será totalemente ineficaz. Las medidas eficaces
serán las que atejen los problemas: estimular la demanda y reducir los
costes variables de las empresas.
Mirando hacia el futuro, el mejor escenario sería observar un estímulo de la demanda agregada acompañado de un ligero repunte de la inflación. Esto permitiría a las empresas obtener
unas rentas para cubrir los costes de la cuarentena, reducir los costes
financieros del endeudamiento y adaptarse en el medio plazo. El gobierno tiene a su disposición dos herramientas para hacerlo posible a corto plazo: por un lado, estimular la demanda agregada (como por ejemplo con estímulos fiscales y-o ingreso mínimo vital) y por otro reducir los costes variables de las empresas (prologando ERTES, ofreciendo excepciones fiscales y flexibilidad laboral).