2 abr 2020

Tests, tests, tests!

 Tests, tests, tests!

A falta de una vacuna efectiva, el único procedimiento eficaz para detener el contagio del COVID-19 es el aislamiento (ver link). Sin embargo, el aislamiento por confinamiento nos impide trabajar normalmente y cada semana adicional de confinamiento resta 0.5 puntos de PIB sobre la caída adicional de entre el 4% y 7% según este estudio de la Universidad de Valencia. Por tanto, si el aislamiento se prolonga o se producen nuevos rebrotes (como parece estar sucediendo en China, ver link), el colapso no será solo sanitario, sino también económico.

Nos enfrentamos a un problema de identificación: no sabemos quién está infectado, y por tanto, lo más sensato es confinar a toda la población. Por ejemplo, el sarampión o la viruela son enfermedades entre 10 y 20 veces más contagiosas que el coronavirus, en cambio son más fácilmente identificables por sus síntomas tempranos. Si pudiéramos identificar correctamente a los contagiados, podríamos aislar solo a una parte de la población. Esta medida sería igualmente efectiva, pero acarrearía menos costes económicos.

El nobel de economía Paul Romer lo demuestra aquí y aquí con un sencillo modelo.  Los escenarios de cuarentena total y selectiva (incluso con tests aleatorios) son igualmente eficaces, es decir ambos reducen los contagios. En cambio, si nos fijamos en  la cuarenta selectiva basada en tests (primera imagen), vemos que es una medida mucho más eficiente, al aislar a un porcentaje de la población menor que durante una cuarentena total (segunda imagen). Varios investigadores han llegado a la misma conclusión (aquí y aquí y aquí).

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Realizar tests aleatorios tiene una segunda ventaja: reducir el sesgo por selección muestral. Si realizamos tests solo a las personas que presentan síntomas o determinados grupos de población podemos extraer conclusiones sobre el comportamiento de la enfermedad. Las figuras enfrentan los casos positivos por franjas de edad en países con tests masivos y países con tests sintomáticos (Korea vs Italia e Islandia vs Holanda). Fijándonos solo en los casos italianos u holandeses, podríamos concluir-erróneamente- que hay una incidencia mayor en las personas de más edad. Cuando en realidad, la tasa de contagio es mayor entre las personas jóvenes (pero sin síntomas). Seguramente por su alto grado de socialización, como los políticos o personal sanitario.

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Las pocas evidencias empíricas hasta la fecha sugieren que los tests masivos y aleatorios contienen la enfermedad sin dañar tanto la economía (ver el panorama global aquí;  el caso de Korea aquí e Islandia aquí). Numerosos países como Alemania, Sudráfica, o Noruega  ya han anunciado que realizarán tests masivos a toda la población. El plan de Alemania incluye una especie de ITV para dispensar certificados para poder trabajar (y comprobar la inmunidad frente al virus con un RTC).

La pregunta que nos llevamos haciendo algunos desde hace tiempo (más concretamente desde 17 de marzo) es si alguna de las partidas del plan de choque del gobierno incluye tests para toda la población en edad de trabajar. De momento, España no está entre los países que han adoptado una estrategia decidida de tests masivos.

Dado los problemas de abastecimiento y de oferta mundial, puede que realizar tests masivos a gran escala no sea factible en el corto plazo. Sin embargo, si la situación se prolonga en el tiempo, puede que nos encontremos ante el dilema entre salvar la economía o salvar vidas. Habrá que pensar entoces en medidas que compatibilicen la salud y la economía. Por ejemplo, cuarentena forzosa para para los colectivos más vulnerables (mayores de 65) y grandes transmisores (estudiantes), pero flexible para la población en edad de trabajar. Compatibilizar el teletrabajo con medidas como la alternancia en los días de trabajo presenciales (como con las matriculas pares e impares de los vehículos)  o sistemas de geolocalización móvil que permitan coordinar una vuelta a la actividad compatible con la salud. Medidas que nos permitan pasar de un aislamiento por cuarentena del siglo XV (ver link) a una aislamiento teconológico más propio siglo XXI.

Hasta la fecha se han adoptado medidas eficaces para contener la enfermedad, aminorar la congestión sanitaria y reducir los efectos económicos, sobre todo a los más vulnerables. En algún momento habrá que pensar también en medidas eficientes.

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