25 mar 2020

Globalización en cuarentena

https://nadaesgratis.es/admin/globalizacion-en-cuarentena

Texto: Jordi Paniagua

Ilustración: Carlos Sánchez Aranda

¿Debería restringirse masivamente el tránsito de mercancías, personas y capital? ¿Estamos dando el primer paso hacia el ocaso de una forma de globalización exagerada e insostenible? Estas son las preguntas que muchos economistas internacionales nos estamos haciendo ahora mismo, verbalizadas por el economista Joachim Voth aquí.

La respuesta no es fácil, hay un intenso debate en la profesión sobre el efecto del Coronavirus en el comercio y viceversa, así como el rol y el futuro de la globalización ante pandemias globales. Veamos lo que sabemos y, sobre todo, lo que nos falta por saber.

Leyendo a Tintín, muchos de nosotros aprendimos que la propagación de enfermedades contagiosas ha seguido las rutas comerciales. Entre viñetas, descubrimos que la cuarentena no es un cumpleaños y mucho menos una fiesta. Nos lo explicó el capitán Haddock: “Cuarentena significa mantenerse aislado durante cierto tiempo, para evitar el contagio”. Tintín encierra un mundo en sí mismo y Hergé nos llevó a vivir aventuras imposibles en lugares remotos y con multitud de personajes variopintos. Entre ellos yo destacaría hoy al doctor Simón, un médico del laboratorio de la policía, cuya incapacidad para descubrir el antídoto contra el letargo inducido por las bolas de cristal, la interpretan los tintinólogos como un signo de torpeza profesional (aquí y aquí).

Volviendo al tema que nos ocupa, los patrones espaciales y sectoriales de propagación de las enfermedades infecciosas son similares a los del comercio. Durante la primera gran epidemia que asoló Europa (1346-51), fueron precisamente los mercaderes los principales portadores y transmisores de la peste negra. La peste siguió las rutas comerciales de la época, como nos muestran los historiadores económicos (aquí y aquí) y nos confirma este reciente estudio que rastrea el ADN antiguo del comercio en pieles durante el siglo XIV.

El último brote de peste bubónica se introdujo España a bordo de un navío procedente de Argel atracado en el puerto de Valencia en el verano de 1647. Las autoridades tardaron en reaccionar e intentaron ocultar la naturaleza de las muertes que asolaban la ciudad. Las crónicas locales relatan que la peste había sumido la ciudad en el caos a finales del 1648 y se esparció por la península siguiendo las rutas comerciales del corredor mediterráneo (ver figura y link y link).

Casi un siglo más tarde, el Gran San Antonio, navío cargado con telas para una feria textil en Marsella, fue el origen del último episodio de peste en Europa en la primavera del 1720, cuando se le permitió desembarcar en contra del protocolo establecido entonces. Afortunadamente, las autoridades francesas habían aprendido la lección, el Consejo de Estado unificó todas las regulaciones locales y se levantó el Mur de la Peste, confinando a toda la población de la Provenza hasta que se erradicó la enfermedad, y con ella, un tercio de la población de Marsella. (link).

Sabemos que las relaciones e infraestructuras de transporte y comerciales son muy persistentes en el tiempo. Tanto que, utilizando los brotes de peste negra como instrumento de identificación, Flückiger y colaboradores aquí encuentran evidencias que sugieren que las rutas y relaciones comerciales del imperio romano persisten hasta nuestros días. Por tanto, es de esperar que el patrón de contagio entre países siga las vías comerciales. Por ejemplo, los primeros casos de Coronavirus en la provincia de Alicante y Barcelona fueron trabajadores y empresarios del calzado que acudieron a una feria en Milán (link y link).

Como hace siglos, algunos acusan al mensajero, se habla de “virus chino” y se refuerzan las posturas de aquellos que miran con recelo la migración, el comercio y la inversión extranjera. Existen pocas voces disonantes dentro de la profesión económica sobre las bondades de la integración económica. Por dos motivos: primero, disponemos de las teorías y modelos más sólidos en economía (ventaja comparativa y modelos de gravedad) avalados por una amplia evidencia empírica, y segundo, para no dar pábulo a aquellos que propugnan una vuelta a las cavernas. Incluso ahora, el debate acerca del rol de la globalización se encuentra en cuarentena, en parte, para evitar que los más heterodoxos aprovechen el estado de alarma para imponer una agenda sin el rigor científico necesarios (p.e. proteccionistas, libertarios y econópatas varios). No obstante, la mayoría de economistas (al menos los de modelos y regresiones) siempre hemos sido conscientes que la globalización viene acompañada de ciertos costes y fallos. Los más críticos de entre nosotros argumentaban que rara vez se llega a compensar a los “perdedores”, o al menos no lo suficiente.

Nota para economistas académicos: es plausible que estas razones expliquen por qué la economía internacional aplicada es menos diversa en modelos y métodos que otros campos de la economía. Primero, porque funcionan bien. Segundo, porque no nos aventuramos hacia territorios desconocidos. Fin de la nota.

Algunos economistas, como Dani Rodrik, ya han respondido sugiriendo una globalización más “delgada” (aquí). No debería sorprender a nadie que haya seguido sus argumentos críticos con el devenir de la globalización (resumidos en su último libro “Staright talk on trade”). Su argumento central es que la globalización ha ido demasiado lejos y de manera incontrolada, poniendo en riesgo el bienestar económico y social. Parece relevante, por ejemplo, recuperar el debate acerca del papel de los organismos supranacionales (como la OMS), multilaterales (como la OMC) y los estados. Aunque el pasaje que me resulta más interesante es su reflexión sobre que la democracia sin respeto a la ley es la tiranía de la mayoría, però això avui no toca.

El presidente de la cámara de comercio de la EU en China ha sido más tajante: "Se ha acabado la globalización consistente en localizar todo donde la producción sea más eficiente" (link). Se refería el Sr. Wuttke a la concentración geográfica de la producción de ciertos medicamentos, que podría poner en riesgo el suministro mundial. El último laboratorio que producía penicilina en EEUU cerró en 2004, quejándose de que no podía competir con las subvenciones del gobierno chino a sus laboratorios. Hoy, el suministro de antibióticos puede estar en jaque dado que la mayor parte de la producción proviene de un clúster en la China interior, azotada por Coronavirus.

La seguridad en el suministro de alimentos también encuentra críticas y preocupaciones similares. Países como Singapur, que importan la mayor parte de los productos alimentarios, han virado su estrategia comercial, incentivando la producción agrícola y el consumo local (aquí).

Otros, sin embargo, subrayan que precisamente son las barreras al comercio las que pueden agravar la crisis médica (aquí y aquí). La extravagante política arancelaria de la administración Trump gravando productos sanitarios chinos, no ha hecho más que agravar la crisis de suministro de material sanitario. El 10 de marzo la administración americana dejó sin efecto estos aranceles para hacer frente a la pandemia. En España hemos visto recientemente como las barreras no arancelarias (burocracia) han impedido la importación exprés de mascarillas de China.

Sanidad y globalización han ido siempre de la mano, como pone de manifiesto el ejemplo del jabón, que se inventó hace 5.000 años en Egipto. Pero fue gracias a la revolución industrial y al comercio internacional que se pudo producir y distribuir en masa, permitiendo la erradicación de muchas enfermedades y partos más seguros. Hoy, muchos de los servicios sanitarios los disfrutamos, en parte, gracias al comercio de medicamentos y tecnología sanitaria. Pero también gracias a la inmigración de profesionales sanitarios.

En términos más generales, la participación en redes comerciales o cadenas de valor ha permitido un desarrollo económico y la creación (y en menor medida también destrucción) de miles de puestos de trabajo en muchos países, incluyendo España. Es difícil aventurar cuál será el impacto, pero muchos de estos puestos de trabajo están en peligro (sin que por eso reviertan a sus países de origen). Baldwin y Tomiura interpretan aquí que el Coronavirus podría tener un efecto aún mayor que la crisis financiera en el comercio, por tres motivos: 1) afecta a la factoría del mundo, 2) se contagia a las cadenas de valor, 3) e impacta en la demanda. Además, la paralización de eslabones clave en la cadena de valor globales, puede llevar a ralentizar o frenar la producción.

Por tanto, ¿debería restringirse masivamente el flujo de bienes, personas y capital? Aumentar las barreras a la movilidad personal puede resultar necesario para paliar las pandemias a corto plazo. Sin embargo, tendría un coste demasiado elevado a largo plazo, incluso para combatir pandemias futuras. Una alternativa más eficiente sería, por ejemplo, intensificar el uso de tecnología que minimice aquellas actividades comerciales que impliquen un contacto directo personal. Hay evidencias que muestran como las impresoras 3-D o la robotización están ya modificando la composición del comercio internacional (aquí y aquí).

¿Estamos ante el ocaso de la globalización? Como probablemente suceda con muchos de nuestros hábitos y relaciones, no es descabellado pensar que la peor versión del coronavirus cambie la manera de entender, gestionar y estudiar la globalización y sus efectos. En definitiva, la globalización refleja cómo se organiza la actividad económica internacional, sujeta a las normas existentes. Si las interacciones sociales y económicas cambian, es inevitable que veamos mutar la globalización y que se tengan que adaptar normas a esta nueva realidad. Puede representar una oportunidad para reforzar la versión de la globalización que nos proporciona bienestar y salud, pero también para abordar cuestiones que habíamos soslayado hasta ahora. Yo aún diría más, soslayos que habíamos cuestionado hasta ahora.

20 mar 2020

Educación a distancia: reflexiones para profesores y alumnos

 Educación a distancia: reflexiones para profesores y alumnos

 Breves reflexiones personales para profesores y alumnos basadas en mi expierencia como alumno y profesor a distancia.

Por Jordi Paniagua

En el verano del año 2000, recién acabada la carrera tenía un dilema: presentarme a filas (hasta el año 2001 el servicio militar era obligatorio en España para todos los varones) o presentarme en la empresa americana que me quería contratar en Alemania. No hubo mucho qué pensar ya que ante la perspectiva de estar pelando patatas o contando sellos durante nueve meses o investigando la entonces nueva red móvil 3G que permitía transmitir ficheros y utilizar todo lo que aprendí durante cinco años en la escuela de ingenieros, me decanté por lo último. Como tengo cierta aversión al riesgo y no quería tener problemas administrativos con alguien con un fusil, mi padre me recomendó que me matriculara por la UNED y pidiera otra prórroga, porque la mili no iba a durar mucho más. Y así empezó mi relación con la educación a distancia que ha llegado hasta hoy, primero como alumno y luego como tutor en el centro asociado Tomás y Valiente de Alzira-Valencia.

Con la arrogancia del ingeniero (me estoy quitando) me matriculé de tres asignaturas de una carrera que por entonces me parecía un entretenimiento: economía. Por entonces mi familia era de sentarse a comer delante del telediario y siempre me maravillaba cuando los economistas hablaban en clave PIB como de un primo lejano. Como los años pasan rápidos y el tiempo lento, llegó agosto sin haber abierto un libro. Hubo un tiempo en el que el calor del verano en el Mediterráneo tan solo se sofocaba con un libro. Mientras esperaba a que mi pareja de entonces-que curiosamente es la misma que la de ahora- volviera de trabajar, me refugiaba en el único sitio de la isla con aire acondicionado: la biblioteca. El primer libro que leí fue el de economía mundial, seguido por el de economía española. (El de matemáticas no lo abrí hasta el día del examen).

Cuando llegó la primera de semana de septiembre (en Alemania teníamos seis semanas de vacaciones entonces), me presenté a los exámenes por inercia. Llevaba toda mi vida examinándome y tampoco podía dejarlo de golpe.  Además, la UNED me permitía examinarme allá donde estuviera. Incluso una vez, me examiné durante un transbordo de un vuelo intercontinental, pero eso pertenece a otra historia. Más tarde vino el master y el doctorado y ahora estoy al otro lado de la trinchera y sigo haciendo exámenes, pero ahora escribo los enunciados también.

Ahora que los alumnos no pueden asistir a clase y todas las universidades se ha visto forzadas a parecerse a la UNED e impartir docencia a distancia, me gustaría compartir algunas reflexiones para los alumnos y profesores que se enfrentan por primera vez a la formación a distancia. Mi experiencia es sobre la docencia universitaria, pero en alguna medida también sería válida para otras etapas de la docencia.

Tengo que avisar que son unas reflexiones muy personales y no le tienen por qué servir a todo mundo. Tampoco pretenden ser exhaustivas. Si tenéis otras ideas o sugerencias podéis añadir comentarios aquí o en las redes sociales.

Reflexiones para los alumnos a distancia

  1. Estudiar a distancia es posible. No va ser fácil, sobre todo si hay que adaptarse de golpe, pero no es imposible. Hay muchos alumnos que han podido estudiar carreras a distancia compaginando trabajo, familia, amigos y demás actividades. Puede que tus circunstancias personales en el actual confinamiento te permitan disponer de más tiempo para el estudio, aprovéchalo.
  2. Mejor leer un manual que las diapositivas. Las diapositivas son un recurso docente, sin la explicación adecuada pueden confundir más que ayudar. Si tienes dudas sobre qué manual leer, consulta la guía docente o pregunta al profesor. Muchos manuales están disponibles on-line en la biblioteca. Si no has entrado nunca en la página web de tu biblioteca universitaria, sería un buen momento. Si puedes, compra el manual. Además de ser positivo para la economía, es una buena ocasión para empezar a tener tu propia biblioteca. Estás estudiando una carrera que tú escogiste, tener libros a tu disposición puede ser interesante si te vas a dedicar profesionalmente a esa carrera.
  3. Estudiar a distancia no es estudiar on-line. Estudiar de manera no presencial es justamente eso, no ir a clase y no tener un profesor delante de ti. Pero esto no significa que tengas que estudiar por internet. La primera fuente debe ser la bibliografía recomendada por el profesor en la guía docente. No te lleves sorpresas luego si has estudiado materiales equivocados.
  4. Utiliza los recursos on-line. Utiliza los recursos (apps, internet) que utilizas habitualmente con fines docentes. Seguramente tenéis un grupo de wasap de la clase. Utilízalo para compartir dudas, reflexiones sobre las asignaturas.
  5. Utiliza las tutorías. El equipo docente y los profesores están para ayudarte. Pero las tutorías sirven para resolver las dudas que no puedas resolver de otra manera. El equipo docente está para ayudarte a resolverlas. Pero intenta primero resolverlas por ti mismo. Piensa que, si todos acudís al profesor a la vez, podéis llegar a colapsar el sistema (como con los hospitales).

 

Reflexiones para los docentes a distancia

  1. Más vale un manual malo que unos apuntes buenos. Seguramente hace tiempo que habrás llegado a la misma conclusión que yo: no hay ningún manual perfecto. Hay temas que no están bien explicados, que se quedan cortos o que superan lo que se espera del alumno. El problema es que ya no puedes explicárselo al alumnado. Utiliza un manual de referencia y síguelo. Indica lo que tienen que leer y lo que no. Tanto el alumno como tu yo del futuro (cuando tengas que corregir) te lo agradecerán. Puede que te sean útil este reciente paper de Mankiw.
    1. Puede que muchos alumnos no tengan acceso al manual. En este caso, las editoriales nos están ayudando. Yo me puse en contacto con Mankiw y Perloff (los autores de los manuales que utilizo) y ambos me han autorizado a colgar en el aula virtual los temas que aún no he dado en clase. Me he puesto en contacto con la editorial (gracias Pearson) y los alumnos podrán acceder al manual sin problemas. Para los cursos introductorios, hay manuales de libre acceso como CORE.
  2. Las clases on-line no son clases. La clase on-line no es una clase en el aula. Podemos tener la tentación de pensar que todo sigue igual y que dando la clase on-line cubrimos el expediente. Al menos mi experiencia no es así y hay literatura al respecto (aquí y aquí). Las clases on-line no son un sustituto perfecto del aula presencial. Plantearlas de la misma manera es, a mi manera de entender, un error. No ya por la situación excepcional en la que muchos alumnos no se podrán conectar. La interacción no es la misma, no tenemos un feedback presencial. Mucho de lo que transmitimos en clase es un conocimiento tácito difícil de codificar. La mejor manera de plantear una clase on-line es ofrecer una guía de estudio, señalar lo que es importante y lo que no, atender dudas. En mi opinión tampoco debería prolongarse más de una hora.
  3. ¡Qué enseñen otros! ¿Cuáles son tus ventajas como docente? Seguramente hay otros profesores que explican mejor que tú. Es hora de aceptarlo. Yo por ejemplo a mis alumnos les recomiendo que vean las lecciones magistrales de Open Course Ware del MIT. Si tienes la suerte de que tu temario se solapa con alguna de las asignaturas disponibles, aprovecha la ventaja comparativa. Dedica tu tiempo a resolver dudas, responder mails, tutorías.
  4. Foro de dudas on-line. Las plataformas como Moodle permiten crear un foro de dudas. No te veas desbordado por responder a todas las dudas. Deja que los alumnos planteen y respondan dudas entre ellos. Eso, actúa como moderador cuando los veas necesario. En la UNED también suele haber un foro no moderado por el equipo docente para que los alumnos puedan tener un espacio de comunicación independiente. Yo personalmente, utilizo la participación (sensata) en el foro de dudas como parte de evaluación continua.
  5. Utiliza la evaluación continua. Por dos motivos, primero puede que se la única manera que tengamos de evaluar al estudiante. Recuerdo un problema de estadística que preguntaba: ¿Si hacemos un examen de nivel el primer de clase y luego nadie podría volver, sería adecuado utilizar esas notas como la nota final? Segundo, para incentivar a que los alumnos vayan trabajando. Piensa además que tu asignatura no es la única que tienen y en cierta manera vamos a “competir” por su atención con el resto de asignaturas. ¿Adivinas cuál dejarán si no envías tareas?
  6. Fomenta en trabajo en grupo. En la medida de lo posible asigna tareas que se puedan desarrollar en grupo (tres personas es lo ideal). Primero, fomentaras las habilidades de trabajo en grupo que están escritas y olvidadas en todas las guías docentes. Harás también que los alumnos tengan una motivación para colaborar. Además, el número de trabajos a corregir se divide por tres. Sí, además de nuestra actividad docente, seguimos haciendo otras cosas, como investigar o divulgar.
  7. Trabajos Fin de Grado/Master. A mis alumnos de TFG/TFM yo le he dado mi móvil. Es una opción personal y puede que tú no quieras hacerlo, es comprensible. Pero facilita que se puedan poner en contacto contigo más fácilmente.
  8. Tu trabajo es importante. Puede que nuestra asignatura no sea lo más importante ahora mismo. Puede que haya alumnos que lo estén pasando mal (o tú mismo). Tenlo en cuenta. Además de enseñar nuestra materia, puede que nuestros alumnos necesiten algo más que contenidos. No les defraudemos.