23 jun 2014

Bolonia y el teorema central del límite

Publicado en el blog de ALDE 23 jun 2014 : http://blogaldeaglobal.com/2014/06/23/bolonia-y-el-teorema-central-del-limite/

Ilustración: Carlos Sánchez Aranda / Texto: Jordi Paniagua
Atendiendo a dos simples predicciones del teorema central del límite, se podría haber intuido en buena medida  la maraña boloñesa en la que se encuentra la universidad española (excepto medicina y arquitectura, que con las cosas serias no se juega). Seguramente las cabezas pensantes que diseñaron el método pedagógico del plan Bolonia sabrán explicar a la perfección el teorema del límite central. Incluso con dibujos, rincones y divertidas dinámicas de grupo. Pero da la sensación que no han acabado de entender las implicaciones reales que tiene sobre los estudiantes, profesores, la calidad y el futuro de nuestras universidades.
No es la primera vez que un descuido por la teoría del muestro tiene consecuencias en la vida real. Cuentan los historiadores de la estadística que cuando Sir Isaac Newton estaba al frente de la casa de la moneda del imperio británico, ya conocía las implicaciones del teorema central del límite (Stigler, 1977). Desde el siglo XIII, se toma una muestra de monedas de la corona británica para asegurar su calidad, tanto en peso y en forma. Los encargados de acuñar la moneda real se hacían directamente responsables con su vida del valor en oro de las monedas con la efigie real. El problema era que hasta el siglo XVIII se suponía que la desviación distribución muestral resultante era proporcional al de la población. Newton, como cualquier estudiante de Grado, sabía también que la dispersión de la muestra es inversamente proporcional a la raíz del número de monedas muestreadas. La amistad y respeto que sentía Sir Newton por de Moivre- el padre del teorema central del límite- queda de manifiesto en las palabras del físico británico: “Vayan con Abrahám de Moivre a consultar ésto. Él sabe mucho más que yo de estas cosas”. En cambio, todo hace suponer que Newton conocía perfectamente las implicaciones de las conjeturas de su compañero en la Royal Society y pudo amasar una considerable fortuna con la diferencia.
Parece razonable pensar que la exigencia de evaluación continua que exige el plan Bolonia influya en el tiempo que los profesores pueden dedicar a la investigación. Es un reto poder combinar las dos facetas que se exigen de un profesor universitario y se resiente bien la calidad de la enseñanza o de la investigación. Adicionalmente, el diseño del sistema de evaluación perjudica a los alumnos, especialmente a los que quieran tener un mejor expediente. Es una de las consecuencias inevitables del teorema del límite central, cuantas más muestras de evaluación obtengamos, más estrecha será la distribución resultante. Si algunos de lectores examinan las notas de sus grados a la boloñesa y las comparan con las de la licenciatura seguramente observarán como ha descendido el número de matrículas de honor (pero también de suspensos).
El teorema del límite tiene dos implicaciones importantes. Primero nos permite inferir propiedades de una población con una muestra más pequeña, al asegurar la media de una muestra representativa será igual a la de la población. Además, la distribución muestral seguirá una distribución en forma de campana o normal. Hasta aquí todo bien. Pero la implicación más relevante y más olvidada –excepto para Newton- es que la desviación típica de la muestra se reduce con respecto a la de la población. De forma intuitiva, pensemos en las notas de los estudiantes. El rango de notas de todos los alumnos variará entre 0 y 10. En cambio, es improbable en una muestra de, digamos 30 alumnos, caigan justamente dos con los valores extremos.
De igual manera, si recogemos varias muestras lo que los pedagogos llaman “evidencias de aprendizaje continuo” observaremos que la dispersión de las notas finales se reduce con respecto al tradicional examen final de la licenciatura. Es tan inverosímil que un alumno brillante obtenga un 10 en todas la pruebas como que otro menos aventajada suspenda todas y cada una de ellas. Este hecho puede parecer inocuo, pero-como para Newton- está teniendo consecuencias relevantes en el calidad de nuestra enseñanza e investigación científica universitaria, como parecen sugerir los resultados de varios estudios (por ejemplo García-Gallego et al. 2012  Jensen 1988; Friedrich y Michalak, 1983)
Se me ocurren al menos tres repercusiones. Primero, la evaluación continua del plan Bolonia, no consigue elevar las notas medias de los estudiantes. Un melón es un melón aunque lo cortemos en doce trozos, tan solo puede que despreciamos los dos extremos. Por tanto, segundo, es un sistema que premia a la hormiguita aunque sea mediocre y oprime a la cigarra aunque sea brillante. Por lo que al final de la jugada tenemos los mismos resultados-de promedio-pero menos estudiantes con expedientes brillantes que puedan competir con sus colegas, ya no europeos, sino americanos, coreanos, chinos… Tercero, obliga al profesor a preparar toda una serie de pruebas, tests, controles, ejercicios que minoran el tiempo que podemos dedicar a la investigación. (Aunque esto es otro tema que trataremos más adelante, ya que nos pagan fundamentalmente por enseñar pero nos miden por publicar). Imaginemos, por ejemplo, el caso de un alumno que no ha entregado ningún trabajo pero resuelve perfectamente el examen. Puede que no haya demostrado un trabajo constante durante el curso, pero ha demostrado dominar los conceptos de la asignatura. ¿Debemos suspenderlo? Con Bolonia en la mano, seguramente sí…
En cuanto a las soluciones, podríamos pensar en una doble vía de evaluación, dejando al alumno escoger al principio de curso si opta por la evaluación continua o por el tradicional examen final. Adicionalmente se podría ponderar de manera diferencial la dedicación del profesorado en función de los alumnos con o sin evaluación continua. Por ejemplo, aumentando los créditos de las asignaturas que requieren un seguimiento especial. De esta manera se conseguiría balancear de forma más eficiente las actividades docentes e investigadoras. Y de paso, según el teorema central del límite, acabaríamos firmando actas con algunas más matrículas de honor.

2 comentarios

 
Gonzalo García Abad
jun 24, 2014 @ 07:22:41 Editar
Muy interesante artículo. Creo que tiene usted razón en la importancia de las calificaciones. Es evidente que el sistema educativo debe ayudar a la gente a aprender, cierto. Pera también debe servir para señalizar quienes son las personas con mayores capacidades; tales como la inteligencia, la capacidad de poner interés y entusiasmo en sus proyectos o el esfuerzo, por poner algunos ejemplos. Sería discutible si con un sistema de evaluación continua se aprende más o no. Puede ser que haya estudiantes que aprendan más con evaluación continua y otros con un examen final. Lo que no parece discutible es que si las notas tienden hacia una menor dispersión se está perdiendo la capacidad de señalizar quienes pueden ser los más capaces, más aun, como bien señala usted en un mundo con fuerte competencia internacional.
Reciba un saludo.
Completamente de acuerdo. La Universidad española camina con paso firme y decidido hacia la espléndida mediocridad. Ahora lo que importa no es la excelencia, sino la estadística descriptiva (tasas de éxito, tasas de abandono… ) y la “inclusividad”. Con Bolonia y la Logse hemos creado la primera generación de españoles peor formada que la anterior. ¡Todo un logro!

19 jun 2014

Sin empleo no hay paraíso

Publicado en ValenciaPlaza 19/06/2014: http://www.valenciaplaza.com/ver/133773/-sin-empleo-no-hay-paraiso-.html

 
VALENCIA. Hay algo que no funciona en Valencia. Si profundizamos en las pocas noticias positivas veremos que revelan unas carencias profundas de nuestra economía. Por ejemplo, el grupo sueco Ikea ha decidido abrir una tienda en Valencia y ha contratado a 400 personas. Hasta el momento todo bien, pero fue tal la avalancha de solicitudes (20.000 en 48 horas) que se colapsaron sus sistemas informáticos.
La multinacional escandinava del mueble ha contratado como mucho a dos de cada cien candidatos. Para contextualizar esta cifra pensemos que en Harvard admiten a al 6% de los candidatos. Es decir, es casi tres veces más difícil ser admitido en una tienda de muebles con unos requisitos de formación de estudios secundarios que entrar en una de las mejores universidades del mundo.
Es evidente que algo no funciona bien en Valencia cuando hay más probabilidades de estudiar en la Ivy Leage que vender muebles. Ni decorando el nuevo Mestalla con muebles de Ikea parece que pueda solucionarse el problema más grave que tenemos en Valencia (y en España).
Sin empleo nada funciona. Las familias, empresas, las instituciones, los servicios públicos y privados, el Estado, las autonomías, ayuntamientos necesitan personas que trabajen y acumulen suficientes rentas para poder interactuar eficazmente entre ellos. El empleo engrasa el mecanismo económico y social al proporcionar unas rentas suficientes para cubrir necesidades propias y ajenas.
Por tanto, no sería descabellado subordinar nuestras preconcepciones en materia de política económica al tratar el problema del desempleo. Un buen comienzo en este sentido sería observar y ponderar asépticamente la efectividad de las distintas medidas que se han adoptado. Por ejemplo, la expansión cuantitativa en EEUU y las políticas de reducción de gasto en Europa y en especial en España.
La figura muestra la evolución de la tasa de desempleo en Valencia (naranja) y España (azul) desde el 2002. Hasta el año 2009, la evolución de ambas tasas ha ido de la mano, para luego divergir. Desde el inicio de la crisis el paro en la Comunidad Valenciana ha estado sostenidamente por encima de la media nacional. Es preocupante no solo por la deficiente comparación con la media, sino por el diferente ritmo de recuperación que necesitaríamos en Valencia para volver a unas tasas de paro razonables.
Fuente: INE
Pensemos, por ejemplo, en un objetivo del 10% de paro (atendiendo a las cifras de paro en el periodo 2002-2007). La tasa interanual de paro ha caído en España (1.01%) y en Valencia (0.69%) entre desde el 2013. A este ritmo, España necesitaría 16 años para volver a los niveles precrisis. Y en Valencia, 25 años, es decir hasta el año 2039.
Este cálculo rudimentario nos da una intuición de cuánto tardaríamos en recuperar unos niveles de empleo saludables con las políticas actuales. Si no se reduce significativamente el desempleo en un plazo breve, el paro nos reducirá a nosotros. Tendremos un país económicamente demasiado pequeño para financiar los servicios (públicos o privados) con un 25% de paro en una sociedad que envejece progresivamente y que expulsa a los jóvenes mejor preparados al extranjero.
En cuanto a las medidas, hay algunas que funcionan (en EEUU) y otras que no tanto (en Europa). El siguiente gráfico muestra la evolución del empleo en EEUU, y las comparaciones, en este caso, son lamentables para Europa, España y Valencia en particular.
Fuente: El País
Al cabo de seis años, el empleo no agrícola en EEUU (línea roja) ha recuperado sus niveles de antes de la crisis. Más aun el empleo total (línea azul) está cerca de conseguirlo. Las medidas que ha tomado la Reserva Federal han logrado frenar la sangría de desempleados en Norteamérica. Por el contrario, las políticas titubeantes de nuestras latitudes no han conseguido prácticamente nada en relación con el empleo. Un análisis más pormenorizado de otras variables se puede consultar aquí.
Sorprende que cuando cambian los hechos, no se cambien las opiniones. En este sentido cabe interpretar también el resultado de las elecciones europeas: "Señorías, o cambian sus políticas o les cambiaremos a Ustedes". Sería conveniente por ello empezar a considerar las opiniones de los economistas que sin tanto ruido mediático pasan la prueba del algodón del google académico.
Las políticas adecuadas son las que se muestran eficaces y no las que más retweets reciben. Tolstói hubiera necesitado 61 años y nueve meses para escribir Guerra y Paz con un tweet diario. Esperemos no tener que aguardar tanto tiempo para darnos cuenta que las políticas que funcionan son las que mejoran los datos económicos y no las que refuerzan nuestros apriorismos intelectuales.

2 comentarios

JoJo escribió
24/06/2014 13:36 Y para rematar la faena, ahora el gobierno obliga a pagar IRPF a las indemnizaciones por despido. No han pasado ni dos años de la fallida amnistía fiscal y ahora los que han de pagar impuestos son aquellos que pierden su empleo.
Fdax escribió
19/06/2014 10:31 El paro ES el problema, es un insulto oír hablar de recuperación de crisis cuando no se puede trabajar porque: 1.- no hay trabajo y 2.- las leyes impiden al individuo ejercer trabajos(vía salario mínimo, cotización de autónomos, permisos para venta ambulante o contribuciones sociales:añadiendo sobrecoste y burocracia, algo más que un diezmo). Esa es la verdadera crisis de la que nadie habla ya, el resto son cacahuetes. Totalmente de acuerdo. Pero hay que cambiar muchas cosas, desde la base. E intentar impedir que los gobiernos puedan ejercer políticas monetarias vía impresión: recordemos que eso sólo lo puede hacer quien ostenta la moneda del 70% de las transacciones mundiales y la fuerza militar. El resultado de esa política en Europa o España sería similir al resultado en Argentina o Venezuela. Retomemos la responsabilidad individual, ejerzamos la libertad correspondiente e impidamos que el gobierno actúe como padre: recuperemos nuestra independencia y demos la espalda a las divisas fiduciarias que tanto mal, de verdad, hacen a la sociedad. Ivy League= Sanguijuelas.